¿Por qué?
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¿Por qué?
¿Por qué?
Clamar: "¿por qué, mi Dios, me abandonaste?",
gemir ante una muerte ya anunciada,
no le dará a tu fe crucificada
el consuelo que en vida no encontraste.
No rezarás mirando el gris contraste
de la luz con la sombra despiadada;
llorarás tu existencia amortajada
cuando sientas que la desperdiciaste.
Pedirás al mirar la sepultura,
mientras sueñas perdidas alegrías,
respuesta a las preguntas sin respuesta,
pero yo viviré sin atadura
y apuraré las horas de mis días
por si no hay otra vida después de ésta.
Artesana, 28-3-19
Es una glosa usando el primer y último verso del poema de Unamuno:
¿Por qué me has abandonado?
Por si no hay otra vida después de ésta
haz de modo que sea una injusticia
nuestra aniquilación; de la avaricia
de Dios sea tu vida una protesta.
Que un anhelo sin pago así nos presta
y envuelto de su luz en la caricia
el dardo oscuro que al dolor enquicia
en la raíz del corazón asesta.
Tu cabeza, abrumada del engaño
en la roca descansa que fue escaño
de Prometeo, y cuando al fin te aplaste
la recia rueda de la impía suerte,
podrás, como consuelo de la muerte,
clamar: "¿por qué, mi Dios, me abandonaste?".
Miguel de Unamuno
Clamar: "¿por qué, mi Dios, me abandonaste?",
gemir ante una muerte ya anunciada,
no le dará a tu fe crucificada
el consuelo que en vida no encontraste.
No rezarás mirando el gris contraste
de la luz con la sombra despiadada;
llorarás tu existencia amortajada
cuando sientas que la desperdiciaste.
Pedirás al mirar la sepultura,
mientras sueñas perdidas alegrías,
respuesta a las preguntas sin respuesta,
pero yo viviré sin atadura
y apuraré las horas de mis días
por si no hay otra vida después de ésta.
Artesana, 28-3-19
Es una glosa usando el primer y último verso del poema de Unamuno:
¿Por qué me has abandonado?
Por si no hay otra vida después de ésta
haz de modo que sea una injusticia
nuestra aniquilación; de la avaricia
de Dios sea tu vida una protesta.
Que un anhelo sin pago así nos presta
y envuelto de su luz en la caricia
el dardo oscuro que al dolor enquicia
en la raíz del corazón asesta.
Tu cabeza, abrumada del engaño
en la roca descansa que fue escaño
de Prometeo, y cuando al fin te aplaste
la recia rueda de la impía suerte,
podrás, como consuelo de la muerte,
clamar: "¿por qué, mi Dios, me abandonaste?".
Miguel de Unamuno
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