El cante de una saeta rasga la noche más larga, el capataz da la orden y el trono queda en sus andas. Mientras se calla la calle ante el rezo que se canta, el cargador llora solo, una tan solo le falta; Una, entre toda la gente, que ya pétalos no lanza al paso de la Señora por las cerradas ventanas; una que no manda un beso volando bajo las andas hasta la trabajadera cuando la mece y la baila. Rosas guarda en la memoria con las espinas amargas, son las flores de su madre que ya no puede tirarlas.